lundi, novembre 18

Rompiendo la cuarta pared.

Eclosión de una nueva vida, renacimiento.

Es difícil hacer un diario íntimo de toda una vida llevada a cabo y es por eso que yo voy a empezar desde acá: Mi renacimiento.

He de admitir que nunca fui muy normal que digamos, pero ese no es el problema, el problema era que otros lo admitieran. Ya es difícil de por sí sentirse bicho de otro pozo en el colegio, en la calle, en el gimnasio y en todos lados, pero peor es saber que todos los demás lo reconocen. No era gran cosa, siempre fui introvertida, escuchaba rock mientras por las calles corría una música bolichera, me gustaba leer mucho, me gustaban las películas, la paz y la naturaleza. Me había cambiado de escuela, es difícil acostumbrarse a ese nuevo ambiente. Pero bueno, la vida seguía y yo seguía con ella, dejándome llevar por todo lo que me rodeaba, sin pensar demasiado en todo lo que ajeno que se ponía a accionar de alguna forma que a mí no me interesara.

Mi mejor amiga, ella es un caso único, algo que gracias a la vida pude conocer, porque sin ella, no sería lo mismo. No hubiese renacido. A ella siempre le llamó la atención la comedia musical mientras que a mí me parecía raro e inentendible las personas que bailaban, cantaban y actuaban a la vez, como si fuese tan normal hacerlo siempre que querían. Ella me contaba que había empezado en una escuela nueva que se había fundado acá, en Zárate y dije bueno, vamos a probar, ya es tiempo de darle un cambio a esta vida tan monótona.

Recuerdo mi primera clase, como si fuera un sueño. Llegué y ahí estaba la profesora de teatro, haciéndoles hacer un ejercicio de elongación a las chicas grandes, porque claro, éramos todas mujeres. Me puso en el medio de la ronda y me empezó a masajear todo el cuerpo. Mi cara de susto, como diciendo ¿Qué estoy haciendo acá? era épica, indescriptible. Me asustó, sí, demasiada confianza para mí.

Todas me hablaban de las clases de danza, que les exigían mucho en Danza Clásica y a mí aterró un poco también. Pero he de reconocer que las chicas exageramos bastante. Y seguía siendo introvertida, me costaba tanto entablar una conversación con alguna chica, eran tan diferentes a mí, que no sabía cómo arrancar.

Fueron pasando los días y las cosas se iban poniendo más exigentes, cada vez más y había una coreografía que no nos salía. Y no había caso con eso. Tuvimos que juntarnos, ahí llegó la hora de la verdad. Descubrí que las chicas eran todas unas locas lindas y que podíamos juntanos y reírnos a más no poder, cantar las canciones, practicar aunque fuésemos un desastre. Aprendí que el compañerismo es muy importante para llevar a cabo las presentaciones en grupo. Aprendí que siempre hay una forma de comunicarse, que si querés, podés.

Llegó la muestra de fin de año y realmente estábamos todas muy nerviosas, pero ahí estaba yo, entre ese grupito, cantando arriba de una silla, cuando creía que no podía respirar, cantar y actuar a la vez. Muchas cosas juntas.

Descubrí un mundo nuevo, uno muy grande. Aprendí que no es ninguna cosa fácil bailar, cantar y actuar a la vez. Y le agarré el gusto. Empecé por mi lado a estudiar, a mirar obras, a conocer más de eso, de qué trataba. Y supe que ese era el principio de un largo camino por recorrer, un camino que me empezaba a fascinar. Ví el amor de mis profesoras por la profesión, pero más todavía por el arte. Porque el arte lo es todo para el alma. Pero era recién el primer año. Todavía faltaba muchísimo.

Crecí, llegó el segundo año y muchas de las chicas que había, se fueron. Y fue más difícil volver a socializar con las nuevas, sobre todo porque yo seguía siendo introvertida. Incluso recuerdo haber hecho una sola amiga en todo el año, y que esa amiga también dejó. Pero yo seguía desde mi lugar, trabajando por lo que me gustaba, tratando de ver cómo meterme en el grupo y en serio que costaba. Ese año lo recuerdo muy trágico, muy doloroso. Porque todo llega y sin querer me enamoré, pero no funcionó. Ahí es cuando la mente me hizo un clic y pude darme cuenta de que estaba viva, de que tenía que usar esa mala experiencia para dar frutos nuevos. Recuerdo estar llorando, o con un humor neutro, porque como dije antes, las chicas solemos exagerar casi todo y para mí era el fin del mundo. Por suerte tengo unas profesoras visionarias que lograron sacarme adelante, y me dijeron que use el dolor para plasmar arte, porque el artista adolece y lo publica, lo hace notar de una forma hermosa, que emocione y que llegue. Es difícil, pero se puede. Llegó el fin de año y con muchas equivocaciones sobrevivimos a otra muestra. Digo sobrevivimos porque la sensación de emoción, adrenalina, alegría y nervios es casi cercana a una muerte prematura. Una linda muerte prematura. Es extraño cómo uno se va haciendo en base a los recuerdos, al pasado. Y cómo vamos creciendo. Ese año no hice muchas amigas, pero sí tuve muy buenos recuerdos. Encontré también en mis profesoras a alguien con quién hablar, porque sé que ellas me entienden, porque pasaron por algo parecido alguna vez. Fui forjando mi amistad con mi mejor amiga, que iba ahí, firme a mi lado y yo a su lado, conteniéndonos una a la otra, dejándonos llevar por las luces del reflector en el escenario.

Ese año, los ensayos dieron sus frutos, pudimos llevar a cabo una muestra espectacular y este amor pequeño por el escenario iba creciendo cada vez más, pues ya hacían dos años desde aquella vez que pensaba en cuán idiota me vería cantando, actuando y bailando arriba de un escenario. Mi vida pegó un giro, tanto artística como personalmente. Ese año pasaron muchas cosas, gané amigos y perdí muchos conocidos, y eso cada vez se transformaba en un dolor inmenso que se mezclaba en mi piel y hacía que estuviera roja y lastimada por un largo tiempo. Las crisis existenciales se manifestaban en mi piel y eso me corre siempre en contra, porque el escenario es eso, visual. Y a mí me daba mucha vergüenza que quizás nunca demostré, me gustaba pensar que alguna vez yo sería un poco más normal.

Y bueno, terminó todo con una charla emotiva, donde todos lloramos, como todos los años. Las profesoras me contaban cómo había cambiado de un año para otro, de cómo entrar muy introvertidamente, ya iba yendo un poco más suelta, porque el paso del tiempo me hizo ser así.

Iban pasando más clases y ya estábamos a mitad del tercer año. Entramos en pánico porque teníamos cosas cada vez más difíciles de hacer y realmente parecía que no teníamos tiempo. Nos fuimos haciendo cómplices con los nuevos integrantes y me sorprendí que con el tiempo, las más nuevas nos hacían caso a Valen y a mí, por ser las que más experiencias teníamos. Nunca me siguieron en nada ni me sentí una líder en nada. Y sé que a veces es molesto, sé qué molesto mucho con practicar, ensayar, porque soy perfeccionista y desgraciadamente me doy cuenta de los detalles. Me equivoco como todos, pero también aprendo. Aprendo a que la complicidad entre artistas, entre personas que tienen la misma pasión, es diferente. Viene con un desinterés "material", por llamarlo de alguna forma. Es solamente instinto que nos provoca ser solidarios con los demás, ayudarlos a superar los miedos, mientras que ellos me ayudan a mí, a ser cada día más fuerte y a amar más. Me he dado cuenta de que el amor no sólo existe para las personas, si no también para el arte y el espíritu, que sólo se nutre si tenés alguna pasión, sea cual sea. Muchas personas se pasan la vida buscando algo que les llene el corazón, algunas lo encuentran, otras no. Yo la encontré en ese tercer año y me entró el dilema de todo artista: A qué me iba a dedicar. Con eso vino la mala cara de mis padres al saber que quería ser artista y tratar de triunfar en este mundo tan difícil. Pero por suerte son lo mejor que tengo y me entendieron, me apoyaron e incluso investigaron más que yo. Sé que ven que me encanta esto y que le pongo todo mi esmero. Y así terminó el tercer año, lleno de alegrías y ensayos con muchas risas y cosas raras, bohemias que nuestras profesoras nos traían. Tuve (tuvimos) la suerte de encontrar a estas mujeres que están locas, pero de una forma que es admirable mirar y sentir. Transmiten tanta paz y sabiduría que es contagiosa, siempre volvía con una sonrisa y no podía esperar una semana para volver a verlas, porque siempre me traía algo nuevo. Algo que quizás nunca pude contar porque a mi alrededor a poca gente le interesa lo que tengo que contarles, a veces incluso aburro hablando tanto sobre esto, que es la Comedia Musical.

Tengo mucho miedo y realmente estoy contenta de haber conocido este camino. Muchas cosas me faltan por aprender y ya termina este cuarto y último año. Un camino muy largo por recorrer, donde tengo que conocer el punto de vista de otros profesores, aunque me duela dejar a los míos. Donde tengo que conocer más técnicas, más recursos, más cosas nuevas. Más musicales, más obras de teatro y más canciones. Más compositores, más genios. Más amor, más alegría, más tristeza. Tengo que seguir conociendo y aprendiendo, creciendo. Porque sin eso, no puedo avanzar como artista, porque como dije, esto recién empieza, faltan mejorar muchísimas cosas, de las cuáles puedo nombrar pocas. Pero finalmente puedo decir que me encontré con muchas hermosas personas y me gané amigas y amigos. Que los amo con todo mi corazón, porque destilan arte, aunque a veces no se animen o no se den cuenta. No se dan una idea de cuánto tienen para dar, ni cuánto me falta para ofrecerles a ustedes desde mi lugarcito en el mundo. Terminé el año siendo una extraña mujer que es feliz haciendo lo que le gusta. Terminé dejando la adolescente introvertida de lado, para demostrarle al que quiera escucharme, que tengo voz, que tengo un cuerpo. Que aunque a veces cueste porque la transformación de un personaje lleva mucho tiempo y estudio, puedo hacer algo, puedo ser otra persona, alguien a quién los demás quieran escuchar, porque no tiene ni mi cara, ni mi voz, ni mi cuerpo. Tiene un pedacito de mi personalidad, pero nada más. Lo demás se transforma, se maquilla. Y por fin puedo escuchar los aplausos, que nos aplauden a todos, porque somos mágicos, hacemos creer a otras personas la historia que queremos contar. Si bien estamos aprendiendo, podemos dar más y así va a ser, les tengo fe.

Tengo mucho miedo, porque lo que se viene va a ser grande, pero siempre, voy a recordar todos estos años como una parte de mi vida, como el renacimiento de mi nuevo ser, una eclosión.

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire